Cata Sayas y Miguel López Chapartegui
En 2000 se adoptó la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, comprometiéndose las naciones a una alianza global encaminada a reducir la pobreza, mejorar la salud, y promover la paz, los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental: son los denominados Objetivos de Desarrollo de Milenio (ODM).
Estos objetivos requieren un fuerte impulso de inversiones básicas. Si la infraestructura, la salud y la educación están disponibles en abundancia, los países pobres podrán hacer suya la división mundial del trabajo en formas que promuevan el crecimiento económico, eleven los niveles de vida e incrementen la modernidad tecnológica.
Aunque, los ODM no son más que una fase intermedia en el camino hacia el final de la pobreza absoluta, constituyen las metas específicas de reducción de la pobreza más completas y que más amplio apoyo han obtenido en el mundo.
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre
El primero de los Objetivos del Milenio persigue erradicar la pobreza extrema y el hambre y plantea dos metas: reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a un dólar por día y el porcentaje de personas que padezcan hambre.
La pobreza extrema sigue siendo una realidad cotidiana para más de 1.000 millones de seres humanos que subsisten con menos de 1 dólar por día. El hambre y la malnutrición afectan a 800 millones de personas cuya alimentación no es suficiente para satisfacer sus necesidades energéticas diarias.
Sin embargo, superar la pobreza extrema y el hambre es un objetivo alcanzable: en efecto, en Asia se han logrado reducciones espectaculares de la pobreza, y en los 10 últimos años, el hambre se redujo en un 25%, como mínimo, en más de 30 países.
El número de pobres en África va en aumento y los más pobres son cada vez más pobres.
El crecimiento sostenido en China y la aceleración de la economía en la India, los dos países más poblados del mundo, fueron los principales motivos de la reducción en la cantidad de personas que sufrían pobreza extrema en el decenio de 1990. En el África subsahariana, en cambio, ha crecido el número de quienes no han logrado un empleo productivo, la agricultura se ha estancado y el VIH/SIDA se ha cobrado un número brutal de vidas que se encontraban en sus años más productivos.
En la mayoría de las regiones, el promedio de ingresos diarios de la población que vive con ingresos inferiores a 1 dólar por día aumentó apenas marginalmente en la década de los 90. En el África subsahariana incluso se redujo el promedio de ingresos de la población en situación de pobreza extrema.
Para invertir esta tendencia negativa hace falta un crecimiento económico más rápido que llegue a los pobres, lo que supone una difícil tarea habida cuenta de las enfermedades y de los conflictos armados que los afectan.
Decrece el ritmo de reducción del hambre
En 2002, en el mundo en desarrollo padecían hambre 815 millones de personas, es decir, 9 millones menos que en 1990. Sin embargo, en las regiones más afectadas (África subsahariana y Asia meridional) el número de personas que padecen hambre ha aumentado en decenas de millones. El crecimiento de la población y la escasa productividad agrícola han sido los principales factores.
La malnutrición infantil es un factor importante en más de la mitad de las muertes de niños. En el mundo en desarrollo, más de 150 millones de niños menores de 5 años tienen un peso inferior al normal. En el África subsahariana, el número de niños con peso inferior al normal aumentó de 29 a 37 millones entre 1990 y 2003. Entre las estrategias para luchar contra la malnutrición infantil figuran la lactancia materna, un mayor uso de suplementos de micronutrientes, la reducción de las enfermedades infecciosas y un mayor acceso al agua potable y al saneamiento.
Los conflictos y los desastres naturales conspiran considerablemente contra los esfuerzos por erradicar la pobreza y el hambre. De los 13 millones de muertes provocadas por conflictos entre 1994 y 2003, más de 12 millones se produjeron en el África subsahariana, Asia occidental y Asia meridional. Igualmente, en estas regiones se encuentran tres cuartas partes de los 37 millones de refugiado y desplazados del mundo.
Objetivo 2: Lograr la educación primaria universal
La educación brinda opciones a los seres humanos en cuanto al tipo de vida que desean llevar; les permite, asimismo, expresarse con confianza en sus relaciones personales, en la comunidad y en el trabajo. Sin embargo, hay más de 115 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria que, al no poder acudir a ella, se ven privados de ejercer este derecho humano. En su mayoría, se trata de niños procedentes de hogares pobres, cuyas madres con frecuencia tampoco han recibido educación formal. Esta pérdida de potencial no sólo afecta a los niños. La educación, especialmente de las niñas, encierra beneficios sociales y económicos para toda la sociedad.
Las mujeres que han recibido educación tienen acceso a más oportunidades económicas y participan más activamente en la vida pública. Cuando son madres, tienden a tener menos hijos, pero más sanos, que tendrán más probabilidades de asistir a la escuela. Todos estos beneficios son críticos para romper el círculo vicioso de la pobreza. Cinco regiones se están acercando al 100% de matriculación en la educación primaria. Para alcanzar este objetivo será preciso intensificar enormemente los esfuerzos en este sentido en el África subsahariana, Asia meridional y Oceanía. En estas regiones, como en el resto del mundo, el aumento de la matriculación deberá ir acompañado de actividades para lograr que ningún niño abandone la escuela y que todos reciban una educación de buena calidad.
META: Velar por que, para el año 2015, los niños y niñas de todo el mundo puedan terminar un ciclo completo de educación primaria
En cinco regiones, por lo menos el 90% de los niños está matriculado en la educación primaria; sin embargo, a veces ha resultado difícil mantener estos altos niveles. El gran número de niños en edad escolar plantea problemas considerables a los países del África subsahariana y Asia meridional. A ello se suma el hecho de que una proporción importante de esos niños viven en zonas rurales en que se cuenta con muy escasos recursos en materia de educación. De los 115 millones de niños sin escolarizar en los países en desarrollo en 2001, algunos habían abandonado la escuela y otros nunca habían estado matriculados. En Malí, por ejemplo, del 61% de los niños no escolarizados, casi ninguno de ellos ha asistido alguna vez a la escuela de manera continua.
El SIDA impone una pesada carga a la educación
Los efectos del SIDA han agudizado la crisis de la educación en el África subsahariana. Sólo en 1999, casi 1 millón de niños de esa región quedaron sin maestros debido al SIDA. El efecto acumulativo de estas muertes ha ido imponiendo una carga insostenible a muchos países en los que ya eran pocos los maestros debidamente capacitados. Cuando un padre o madre se enferma de SIDA, con frecuencia los hijos deben abandonar la escuela para cuidarlos, asumir otras responsabilidades en el hogar o para trabajar y sostener a la familia. Cuando los padres o madres mueren, los hijos suelen abandonar la escuela por dificultades económicas. La triste realidad es que la educación cobra una importancia crucial en esos momentos, puesto que ofrece un elemento de estabilidad en la vida de los niños. Además, probablemente la educación sea la manera más eficaz de impedir que siga propagándose el VIH. Cada vez es más frecuente que en los planes de estudio de las escuelas se incluyan instrucciones para que los jóvenes aprendan a protegerse del contagio.
Los niños de las familias más pobres tienden a asistir menos a la escuela
En todas las regiones en desarrollo ha quedado demostrado que los niños del 20% más acomodado de las familias tienen tres veces más probabilidades de asistir a la escuela que los niños del 20% más pobre. De la misma forma, los niños cuyas madres han recibido educación tienen más del doble de probabilidades de estar escolarizados que los niños cuyas madres no han recibido educación formal. Los niveles más bajos de asistencia corresponden a las poblaciones indígenas y otros grupos minoritarios. Eliminar estas disparidades y llegar a los más desfavorecidos será la tarea más difícil en la búsqueda de la educación primaria universal.
La matriculación es sólo la mitad de la batalla
Una vez que los niños están matriculados, es preciso velar por que no abandonen la escuela y reciban una educación que los prepare para la vida. El abandono de la escuela y la repetición de grados hacen que muchos niños nunca terminen un ciclo completo de educación primaria. En el África subsahariana, muy poco más de la mitad de los niños llegan al último grado. La matriculación y la asistencia a la escuela se pueden mejorar reduciendo o eliminando los pagos escolares, proporcionando almuerzos en las escuelas, mejorando la calidad de la educación y acercando las escuelas a los hogares.
En la mayoría de las regiones en desarrollo, las niñas tienen menos probabilidades que los niños de terminar la escuela
En todas las regiones en desarrollo, con excepción de América Latina y el Caribe y Asia oriental y sudoriental, las niñas tienen menos probabilidades que los niños de seguir asistiendo a la escuela. La disparidad entre las niñas y los niños a este respecto es mayor en los 22 países donde menos del 60% de la población infantil termina la educación primaria.
Objetivo 3: La promoción de la igualdad entre el hombre y la mujer
El tercero de los objetivos de desarrollo del milenio es la promoción de la igualdad entre la mujer y el hombre y el empoderamiento de la mujer. Se trata de un derecho humano fundamental, esencial para la consecución de los objetivos del milenio y para superar hambre, pobreza y enfermedades. La igualdad que se persigue abarca todos los niveles: educación, ámbitos de trabajo, control de los recursos, representación en la vida pública y política…
Mujer, educación y empleo
A nivel educativo, en muchos países las niñas quedan rezagadas. Si acceden a un puesto remunerado, en demasiadas ocasiones las mujeres quedan relegadas a puestos mal pagados que no brindan seguridad. Es crucial lograr la paridad en la educación para que las mujeres participen plenamente en la sociedad y en la economía mundial. Entre los numerosos beneficios de una educación de buena calidad se cuenta la seguridad que entraña un empleo remunerado. Por eso, una de las metas de este tercer objetivo del milenio es eliminar las desigualdades entre hombres y mujeres en la educación primaria y secundaria -preferiblemente antes de 2005- y en todos los niveles de la educación antes de fines de 2015.
En los países con carencias de recursos e instalaciones escolares y bajos niveles totales de matriculación, es frecuente que las familias deban optar entre escolarizar a las niñas o a los niños y normalmente las niñas llevan las de perder. La adopción de medidas concretas puede contribuir considerablemente a incrementar la escolarización de las niñas y alentar a éstas a que no abandonen la escuela. Esas medidas pueden consistir en facilitar un transporte seguro para ir a la escuela y volver a casa, instalar retretes separados para niñas y niños, y eliminar de las aulas los estereotipos de género.
En los países donde el nivel general de matriculación es elevado, las niñas tienden a estar bien representadas tanto en la educación primaria como en la secundaria. En América Latina, por ejemplo, hay más niñas que niños matriculadas en la educación secundaria. Sin embargo, en la mayoría de las regiones en desarrollo, las disparidades son cada vez más marcadas cuando las niñas ingresan a la educación secundaria y, más adelante, cuando llegan a la universidad. De unos 65 países en desarrollo con datos completos, aproximadamente la mitad han logrado la paridad en la educación primaria, aproximadamente un 20% en la secundaria y un 8% en la educación superior.
En la mayor parte del mundo en desarrollo el acceso de las mujeres a los puestos de trabajo remunerados es menor que el de los hombres. En todas las regiones se han logrado ciertos progresos, pero las mujeres de Asia meridional, Asia occidental y África septentrional siguen ocupando solamente alrededor del 20% de los puestos de trabajo remunerados en los sectores no agrícolas. Tras mejoras continuas en América Latina y el Caribe, las mujeres de esa región ocupan ahora bastante más del 40% de los puestos de ese tipo. En la Comunidad de Estados Independients (CEI), una situación cercana a la paridad entre los sexos en el empleo remunerado se ha visto contrarrestada por un empeoramiento de la situación laboral tanto de las mujeres como de los hombres.
Las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de ocupar puestos de trabajo remunerados y estables que los hombres y trabajan más frecuentemente en la economía no estructurada, con escasa seguridad financiera y sin percibir prestaciones sociales. Hay menos mujeres que hombres que tienen su propia empresa y dan trabajo a otros. Además, en todo el mundo, más del 60% de las personas que trabajan en empresas familiares sin percibir remuneración son mujeres. En el hogar, las mujeres realizan la mayor parte de las tareas, trabajo que tampoco es remunerado, suele estar mal valorado y no se refleja en las estadísticas nacionales de producción.
Representación de la mujer en la vida pública y política
Un elemento clave de la potenciación de la mujer es el ejercicio de un poder de decisión en pie de igualdad con el hombre en los campos que afectan a su vida desde la familia hasta los niveles más altos de gobierno. Aunque la representación de la mujer en los parlamentos nacionales ha ido aumentado a un ritmo estable desde 1990, las mujeres siguen ocupando tan sólo el 16% de los escaños en todo el mundo.
Desde principios del decenio de 1990, la proporción de los escaños parlamentarios ocupados por mujeres ha venido aumentando a un ritmo constante. No obstante, a nivel mundial, las mujeres siguen ocupando solamente el 16% de los escaños parlamentarios. Ruanda y los países nórdicos son los únicos que se han acercado a la paridad entre los sexos. En el otro extremo de la escala, la participación de la mujer en los parlamentos es insignificante en Oceanía y Asia occidental. En la CEI, la representación de las mujeres se redujo espectacularmente a principios del decenio de 1990, cuando se dejó de garantizar su participación en la política nacional. Sin embargo, esa tendencia ha comenzado a invertirse a medida que aumenta la participación de la mujer en las democracias multipartidistas.
Como resultado de las elecciones nacionales celebradas en 2003, el 49% de los miembros de la Asamblea Nacional de Ruanda son mujeres. Es el porcentaje más cercano a la paridad parlamentaria entre hombres y mujeres que se haya alcanzado en país alguno. Otros países africanos (entre ellos Burundi, Eritrea, Mozambique, Namibia, Sudáfrica y Uganda) también han aprobado disposiciones por las que se reservan escaños parlamentarios para las mujeres. En América Latina y el Caribe, la introducción de acciones afirmativas en 17 países ha incrementado la representación de la mujer en los parlamentos hasta casi un 20%, y en África septentrional y Asia occidental, donde la participación de la mujer ha sido tradicionalmente baja, Djibouti, Jordania, Marruecos y Túnez han enmendado su legislación electoral fijando cuotas parlamentarias para las mujeres. A finales de 2004, 81 países de todo el mundo habían introducido medidas similares, de importancia crítica para promover el progreso de la mujer en el ámbito político. Las campañas informativas de concienciación, la capacitación y la reforma de los partidos políticos también han contribuido a aumentar la participación de la mujer en la política como dirigentes y como votantes.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad de niños menores de cinco años
La muerte de un niño es una pérdida trágica. Sin embargo, todos los años mueren casi 10 millones de niños en el mundo antes de cumplir los cinco años de edad. La mayoría de estos niños viven en países en desarrollo y mueren como resultado de una enfermedad o combinación de enfermedades que se pueden prevenir con métodos que ya existen y a bajo costo. A veces, la causa de la muerte es simplemente la falta de antibióticos para tratar una neumonía o de sales de rehidratación oral para contrarrestar una diarrea. La malnutrición contribuye a más de la mitad de esas muertes.
En los últimos tiempos han perdido impulso los progresos logrados para reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años. En 1960, más de uno de cada cinco niños de las regiones en desarrollo moría antes de cumplir los cinco años. En 1990 esa tasa se había reducido a uno de cada diez. Entonces se albergó la esperanza de que la mortalidad de niños menores de cinco años pudiera reducirse en otros dos tercios a más tardar en 2015. Pero los avances perdieron fuerza en la década de los 90.
Mientras en África septentrional, América Latina, el Caribe y Asia sudoriental se ha mantenido el ritmo de progreso, es necesario reducir drásticamente la mortalidad infantil en África subsahariana y Asia meridional. Casi la mitad de las muertes de niños menores de cinco años se producen en África subsahariana, por los conflictos armados, los servicios médicos deficientes y el SIDA. Los países de Asia meridional que han sufrido conflictos en el último decenio, como Irak o Camboya, han sufrido también grandes aumentos de mortalidad infantil.
La mitad de las muertes de niños menores de cinco años se deben tan solo a cinco enfermedades: neumonía, diarrea, paludismo, sarampión y SIDA. La mayoría de estas vidas podrían salvarse intensificando medidas de prevención y tratamientos de bajo costo, tales como la promoción de la lactancia materna exclusiva de los bebés, el uso de antibióticos para combatir infecciones respiratorias agudas, la rehidratación oral contra la diarrea, la inmunización y el uso de mosquiteros impregnados de insecticida y la administración de medicamentos apropiados contra el paludismo.
Una nutrición adecuada forma parte de las medidas de prevención, ya que la malnutrición aumenta el riesgo de muerte por estas enfermedades. El mejoramiento de la atención materno-infantil antes y después del parto contribuiría a reducir el tercio de estas muertes que ocurren en los primeros días de vida. Más de la mitad de estas muertes están relacionadas con la malnutrición.
Entre las enfermedades que se pueden erradicar mediante la inmunización, el sarampión es la causa principal de muerte entre los niños. Hace más de 40 años que existe una vacuna segura, eficaz y relativamente barata. Pese a ello, cada año 30 millones de niños contraen el sarampión. La cobertura mundial de las actividades de vacunación contra el sarampión ha ido aumentando lentamente, pero está muy retrasada en el África subsahariana y Asia meridional, donde aún no se vacuna a aproximadamente la tercera parte de la población infantil. El nivel de inmunización sistemática contra el sarampión refleja la calidad de la atención médica prestada por los servicios de salud a los niños menores de cinco años.
La mortalidad infantil esta estrechamente vinculada a la pobreza. La mejora de los servicios públicos de salud es un elemento clave, en particular el acceso al agua potable y a un mejor saneamiento. La educación, especialmente para las niñas y las madres, puede salvar la vida a muchos niños.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
El parto constituye un riesgo muy importante de muerte para las mujeres. Más de medio millón de mujeres mueren anualmente en el mundo durante el parto o a consecuencia de complicaciones surgidas posteriormente. Además, más de diez millones de mujeres sufren anualmente lesiones graves producidas durante el embarazo y el parto en nuestro planeta. Por este motivo uno de los objetivos del milenio es mejorar la salud materna.
Además como consecuencia de la mortandad materna, nos encontramos con la dramática situación de los huérfanos, que caen automáticamente en la pobreza y la marginación. Los objetivos de desarrollo del milenio fijaron reducir la razón de mortalidad materna en tres cuartas partes entre 1990 y 2015.
Para lograr este objetivo es indispensable contar con la posibilidad de acudir a tiempo a un centro médico debidamente equipado. Las madres deben poder ser atendidas por médicos, enfermeras o parteras capacitadas para tratar las posibles complicaciones que puedan ocurrir. Hay que tener en cuenta que además en países con tendencia a tener muchos hijos por mujer los riesgos se acumulan.
Lamentablemente los avances alcanzados han sido muy escasos. Entre 1990 y 2005 a escala mundial la mortalidad materna disminuyó en menos del 1%, muy por debajo del 5,5% anual de mejora necesaria para conseguir la meta fijada. En África Septentrional, América Latina y Asia Suroriental se han conseguido reducir los índices de mortalidad materna en un tercio. En África Subsahariana el progreso es prácticamente nulo y representa con Asia Meridional el 86% de las muertes acaecidas en 2005. En el África Subsahariana el riesgo de muerte es de 1 a 22, mientras que en los países desarrollados es de 1 a 7.300.
Para conseguir mejoras en el ámbito de la salud materna es imprescindible actuar en tres campos complementarios: presencia de personal cualificado en el parto, atención prenatal y acceso universal a la salud. Se han producido logros en la cantidad de partos que fueron asistidos por personal especializado, que han pasado del 50% en 1990 al 61% en 2005. Contar con personal capacitado, equipamiento adecuado y posibilidad de traslado si se producen complicaciones a centros médicos consiguen una reducción significativa de muertes maternas. Pero estas posibilidades son escasas tanto en el África Subsahariana como en Asia Meridional. En otras regiones del mundo se han conseguido algunos avances.
El segundo frente de actuación es la asistencia prenatal, que constituye una protección esencial tanto para la madre como para el hijo. Se ha logrado que más de tres cuartas partes de las mujeres sean atendidas al menos una vez antes del parto en 2005 frente a menos de la mitad en 1990. Pero la Organización Mundial de la Salud y Unicef recomiendan como mínimo cuatro consultas de atención prenatal. Las diferencias entre regiones siguen siendo abismales, siendo otra vez el África Subsahariana la situación más dolorosa.
La fecundidad adolescente disminuye lentamente y los partos entre los 15 y los 19 años, se han reducido entre 2000 y 2005. Pero la estadística nos dice que en el África Subsahariana, América Latina, Caribe, Oceanía y Asia Meridional la situación prácticamente no ha cambiado entre las dos fechas estudiadas. En las regiones desarrolladas se ha reducido de 26 a 24 partos de mujeres entre 15 y 19 años por cada 1.000 mujeres, mientras que en las regiones en desarrollo sólo se ha conseguido reducir de 55 partos a 53.
La consecuencia de todo ello es evidente. Se han alcanzado mejoras, muy insuficientes todavía. Debemos esforzarnos mucho en este campo. Los gobiernos locales deben emplearse a fondo en conseguir mejoras y los países desarrollados deben aportar medios y fondos para conseguirlo.
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
En los 25 años transcurridos desde que se declaró el primer caso de SIDA, esta enfermedad se ha convertido en la principal causa de muerte prematura en el África subsahariana y en la cuarta causa de muerte a nivel mundial. Más de 20 millones de personas han muerto en todo el mundo desde que comenzó la epidemia. Por otra parte, todos los años el paludismo provoca 1 millón de víctimas mortales, la mayoría de ellas niños. Además, ha resurgido la tuberculosis, en parte debido a la aparición de cepas resistentes a los medicamentos y a la vulnerabilidad provocada por el VIH y el SIDA.
META: Haber detenido y comenzado a reducir, para el año 2015, la propagación del VIH/SIDA
En el África subsahariana, 7 de cada 100 adultos viven con el VIH. En algunos países del África meridional, más de una cuarta parte de la población es seropositiva. El VIH se propaga con rapidez en los países europeos de la CEI y en algunas partes de Asia. Si no se adoptan métodos adecuados y orientados hacia el futuro, el VIH se propagará en los países que, hasta ahora, se habían salvado de una epidemia grave.
Por otra parte, a medida que se extiende la epidemia, aumenta la proporción de mujeres y niñas seropositivas: en el África subsahariana, el 57% de las personas infectadas son mujeres. En los países más afectados, por cada hombre joven con VIH llega a haber hasta tres mujeres jóvenes infectadas.
En el conjunto de regiones en desarrollo, 15 millones de niños habían perdido a uno o ambos padres debido al SIDA. Según encuestas realizadas en el África subsahariana y en Asia sudoriental, tan sólo el 21% de las jóvenes y el 30% de los jóvenes tienen conocimientos mínimos que les permitan evitar la infección. Hoy en día el tratamiento con fármacos prolonga la vida de los infectados y en el caso de mujeres embarazadas, sirve para reducir el riesgo de transmisión a los hijos. La prevención es esencial, junto con el tratamiento y la atención médica.
META: Haber detenido y comenzado a reducir, para el año 2015, la incidencia del paludismo y otras enfermedades graves
El paludismo es endémico en muchos de los países más pobres del mundo y afecta a entre 350 y 500 millones de personas al año. El 90% del millón de muertes que causa cada año ocurre en África subsahariana. Las mujeres embarazadas y los fetos son particularmente vulnerables. Sólo en el África subsahariana, más de 2.000 niños mueren diariamente de paludismo. En los 90 aumentaron los casos y las muertes debidas a esta enfermedad. Posteriormente las medidas de prevención y tratamiento han experimentado algunas mejoras, entre estas se encuentran los mosquiteros tratados con insecticida. La distribución de mosquiteros en los centros de atención sanitaria hizo que aumentara la participación de la población en las actividades sistemáticas de prevención.
En los dos últimos decenios, la forma más común del paludismo se ha hecho cada vez más resistente a los fármacos; por ello, se ha facilitado el acceso del público a nuevas combinaciones de medicamentos más eficaces. Ochenta países se están beneficiando de más de 290 millones de dólares destinados a la lucha contra el paludismo. Aparece, por otra parte, la vieja amenaza de la tuberculosis, que todos los años causa la muerte de 1,7 millones de personas. Los casos nuevos han estado aumentando aproximadamente un 1% al año, sobre todo en el África subsahariana y en la Comunidad de Estados Independientes. La aparición de cepas resistentes a los medicamentos, el aumento del número de personas con el VIH o el SIDA y el creciente número de refugiados y personas desplazadas han contribuido a la propagación de la tuberculosis.
El tratamiento de un número cada vez mayor de pacientes de tuberculosis se ajusta ahora a un protocolo establecido, y más del 80% de los pacientes tratados con arreglo a ese protocolo terminan curándose, pero la tasa es menor en las regiones en que la prevalencia del VIH es elevada. Para acelerar la lucha contra la tuberculosis, será necesario mejorar la detección de casos y ampliar los servicios de salud, especialmente en Asia y África.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
Para la sostenibilidad del medio ambiente es fundamental que los recursos naturales se utilicen de forma inteligente y que se protejan los ecosistemas. La sostenibilidad no podrá lograrse con los modelos actuales de consumo y uso de recursos. Los suelos se están degradando a un ritmo alarmante. Las especies están desapareciendo a un ritmo sin precedentes. Los cambios climáticos están provocando una elevación del nivel del mar y acrecentando el peligro de sequías e inundaciones. Se sobreexplotan la pesca y otros recursos marinos. Los pobres de las zonas rurales son los más afectados por esta situación. El éxodo a las zonas urbanas ha reducido la presión sobre las zonas rurales, pero ha provocado un aumento de personas que viven hacinadas y en tugurios inseguros en las ciudades. Tanto en zonas urbanas como en rurales, miles de millones de personas carecen de agua potable y de instalaciones básicas de saneamiento.
META: Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales e invertir la pérdida de recursos del medio ambiente
Los bosques cubren una tercera parte de la superficie terrestre. En el último decenio, 940.000 km2 de bosques se convirtieron en tierras de labranza; desaparecieron debido a la tala de árboles o por otros usos. Las prácticas de gestión forestal sostenibles están reduciendo esa presión.
Unos 19 millones de km2, más del 13% de la superficie de la tierra, han sido designados zonas protegidas, pero no siempre se gestionan adecuadamente. Además, menos del 1% de los ecosistemas marinos han sido declarados zonas protegidas.
Se están haciendo progresos en eficiencia energética y en acceso a combustibles y tecnologías limpios, pero la transferencia de estas tecnologías a los países en desarrollo es muy lenta por lo que sigue en aumento el consumo total de energía. En los países en desarrollo, la falta de combustibles “limpios” afecta directamente a los hogares de las zonas rurales que dependen de la leña, el estiércol, residuos de las cosechas y el carbón para la cocina y la calefacción.
El consumo de combustibles fósiles da lugar a emisiones de dióxido de carbono que contribuyen al calentamiento gradual del planeta. Las repercusiones previstas del cambio climático afectarán a todas las naciones del mundo.
Mediante la cooperación mundial, el uso de los clorofluorcarburos, las sustancias que más agotan el ozono, se ha reducido a una décima parte de los niveles de 1990. Este logro demuestra que en la protección del medio ambiente se pueden alcanzar progresos.
META: Reducir a la mitad para el año 2015 el porcentaje de personas sin acceso al agua potable y al saneamiento básico
En el decenio de 1990 aumentó el acceso a fuentes de suministro de agua saneada. Sin embargo, más de 1.000 millones de personas todavía no se han beneficiado de estas mejoras y siguen usando agua de fuentes no saneadas. En el África subsahariana, donde el 42% de la población sigue sin tener acceso a fuentes seguras, la existencia de otros obstáculos como los conflictos, la inestabilidad política, etc. resulta desalentador.
Con respecto al saneamiento, los progresos han sido mucho más lentos: unos 2.600 millones de personas carecen de retretes y servicios de saneamiento. En este aspecto hay enormes disparidades entre zonas urbanas y rurales. Estas últimas tienen menos de la mitad de los servicios que las primeras.
META: Haber mejorado significativamente para el año 2020, la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de tugurios
La población urbana de los países en desarrollo está creciendo a un ritmo de más del 3% al año, tres veces mayor que el de la población rural. Debido a la migración a las ciudades y al aumento de número de nacimientos, la población de las comunidades urbanas del mundo en desarrollo aumenta en unos 100 millones de personas por año. Casi uno de cada tres habitantes de estas ciudades, unos 1.000 millones de personas, vive en barrios en condiciones de hacinamiento, falta de empleo, inseguridad, malos servicios de abastecimiento de agua, saneamiento y salud, etc.
En Asia meridional, Asia oriental y el África subsahariana viven más de tres cuartas partes de los habitantes de tugurios. En la mayoría de las regiones, los países están tratando de proporcionar alternativas a esta situación, pero debido a la rápida expansión de las poblaciones urbanas, el número de habitantes de tugurios va en aumento en todas las regiones en desarrollo, salvo en el África septentrional.
Objetivos del Milenio