Pedro Anitua

Pedro Anitua es ingeniero industrial, colegiado de Álava, experto de reconocido prestigio en protección contra incendios. Ha dirigido el servicio de bomberos de la Generalitat de Catalunya, con casi 5.000 profesionales, y en la actualidad, de regreso en Vitoria-Gasteiz, lleva la Jefatura del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamentos.

Asunción, Paraguay, eran más o menos las 11:25 del domingo 1 de agosto de 2004 cuando se desató un gran incendio en el supermercado Ycuá Bolaños cuando éste se encontraba abarrotado con más de 800 personas. Los materiales combustibles hicieron que la propagación del fuego fuera muy rápida. El personal de seguridad del centro recibió la orden de cerrar las puertas para que la gente no se fuera sin pagar. Sólo la mitad consiguió salvarse; 398 personas (la mitad niños) fallecieron en el interior.

Este trágico suceso fue el inicio de mi cooperación en Paraguay. La  Asociación VI-GA contactó conmigo y tras firmarse un convenio de colaboración con el Ayuntamiento nos fuimos a Asunción con un programa muy apretado consistente en la realización de un curso de formación de 30 horas dirigido a técnicos municipales y profesionales de la construcción a impartir por las tardes y visitas técnicas a distintos edificios y colectivos por las mañanas.

La toma de contacto fue extraña, por un lado el entusiasmo y ganas de la gente en la búsqueda de soluciones al gran problema de la seguridad y por otro la dura realidad de la falta de estructura normativa y de gestión de esa seguridad frente a la que se estrellaba ese entusiasmo que indicaba antes. Me ganó el entusiasmo pero dejé allí la falta de estructura.

Nuestra llegada a Asunción se desarrolló al más alto nivel, recepciones con el Alcalde, con el Presidente de la Magistratura, con el rector de la Universidad Católica, responsables del Ministerio del Interior etc., a todo el mundo le pareció una excelente iniciativa en un momento en el que el país no se había repuesto todavía del impacto del siniestro.

La primera sensación cuando vi el aula donde debía dar la primera clase fue de terror, decenas de sillas ocupaban un sala enorme; ”esperamos más de ciento cincuenta personas”, me dijeron. “Han confirmado su presencia todos los colegios profesionales y varios catedráticos y profesores de la universidad…”. Nunca pensé que la sensibilidad sobre los incendios hubiera podido calar tanto, no pudimos empezar a la hora mientras se colocaban en los fondo más sillas para las 190 personas que asistieron a la primera clase, 210 a la tercera, 230 al final…con gente fuera de la sala.

Preguntas, muchas preguntas, y mis respuestas que intentaban acomodarse a la realidad que había constatado por las mañanas y cuyas fotografías incorporaba a las charlas. Muchos otros querían que visitara sus dependencias para recibir un asesoramiento in situ de las posibilidades de mejorar sus establecimientos. Trabajo después con varios técnicos apuntando cuales podían ser los criterios de un desarrollo normativo sencillo pero eficaz. Dificultad, mucha dificultad en poder ordenar las prioridades de quienes en esta área presenta carencias que nosotros resolvimos hace muchos años y por lo tanto nos parece que siempre han estado resueltas.

Clausuró el curso el Ministro de Interior, quien me regaló una “guampa” (recipiente para tomar mate) que tengo en mi despacho como recuerdo de aquellos momentos.

Terminé muy, muy contento. La atención exquisita y entusiasta, tanto personal como en clase, me produjo ese efecto que quien lo ha probado sabe valorar. “Si me llaman de nuevo, volveré”. No se puede decir que no, no se puede negar la ayuda que sin demasiado esfuerzo por nuestra parte, sin embargo otros sienten como imprescindible.

Como no podía ser de otra manera, los bomberos me invitaron a ver sus instalaciones y medios. ¡Qué rápido se ve la falta que otros tienen de lo que en algunos sitios se desprecia! ¡Que necesidad de equipos, de trajes, de herramientas de trabajo!..

Terminé el viernes, después de dos semanas de clase, dispuesto a estar dos días de descanso antes de volver a casa. No pude, varios incendios forestales incontrolados en la selva paraguaya amenazaban con extenderse de forma importante y alguien le dijo al ministro de agricultura que había un especialista del otro lado del charco que había impartido un curso…El sábado, primero en avión y luego en helicóptero aterricé en la selva de Arroyo Claro. Los fuegos, intencionados. Tratando de ganar metros al cultivo de la colza en un terreno donde la supervivencia de las familias indígenas depende sólo de ello. Nuestro trabajo, apagar aquello que volverán a encender cuando la familia crezca y necesiten más metros para subsistir.

Como final no puedo dejar de mencionar a Juan Antonio y a Carlos de VI-GA sin cuyas gestiones hubiera sido imposible el viaje, y a los paraguayos por su acogida. ¡Espero volver a veros!