“Quiero creer que existe esperanza para Zimbabue.Las nuevas tecnologías facilitarán un cambio de rumbo”

 Hoy nos encontramos con Marcelle, una joven zimbabuense de Harare, capital del país, donde ha residido junto a su familia hasta que una beca del Gobierno de Mugabe en 1994 la llevó a Inglaterra para cursar estudios superiores de arquitectura.

Una oportunidad para salir del país, confiesa Marcelle, y conocer otras culturas. Estas becas son una inversión del Gobierno en educación, nos explica, que se han de devolver poniendo al servicio del país los conocimientos adquiridos. Los comienzos fueron duros, recuerda, aunque supusieron también una oportunidad inmejorable de formarse y madurar como persona. Una beca Erasmus la trajo a Barcelona durante el quinto curso. Aquí continuó su formación durante ese año y aprendió las primeras palabras de nuestro idioma que hoy habla con soltura.

Inglaterra marcó un antes y un después en su vida. Allí se formó, trabajó durante nueve años y conoció al que hoy es su marido, un vasco que acabó trayéndola a su tierra. Desde el año 2009 residen en Bilbao, donde trabaja desde la diáspora con ahínco, para devolver a Zimbabue al lugar que le corresponde por derecho.

Fue precisamente este sueño el que le llevó a cursar un Máster en la UPV/EHU sobre Construcción Sostenible y Eficiencia Energética. Deseo, apunta Marcelle, crear un vínculo arquitectónico entre Zimbabue y el País Vasco exportando, en la medida de lo posible, las buenas prácticas a un país que desea crecer y salir de la marginalidad con soluciones adaptadas y sostenibles.

Su última visita a Zimbabue ha sido en 2012. La recibió un país libre de conflictos pero con una gran inseguridad alimentaria. ¿Qué fue del bread basket of Africa –granero- que había sido Zimbabue en su día?, se preguntaba. Parte de su población se había trasladado a los núcleos urbanos formando lo que comúnmente se denominan asentamientos informales. Estos asentamientos, que crecen en los extrarradios sin ningún tipo de regulación, carecen de unos servicios mínimos de agua potable y saneamiento que garanticen la salubridad de sus pobladores. Enfermedades como el cólera campan a sus anchas. Todavía recuerda horrorizada el último brote de 2008 que acabó con la vida de más de 4.000 personas.

Se estima que para el año 2050 más de la mitad de la población mundial vivirá en áreas urbanas. Muchos países del Sur no están preparados para la avalancha. Es una realidad, afirma, a la que no podemos dar la espalda.

Zimbabue, se lamenta Marcelle, no posee gente formada que tome las riendas del país, a pesar del esfuerzo del Gobierno en ofrecer educación a sus ciudadanos. El que puede, se va. No hay oportunidades reales de futuro en estos momentos. Se estima que un 90% de su población sobrevive gracias a la economía sumergida, y que un 80% se encuentra por debajo del umbral de la pobreza, lo que choca de frente con las enormes riquezas naturales que posee el país: oro, diamantes, etcétera.

Los primeros pinitos de Marcelle en cooperación fueron a través de ONG locales a las que se formaba técnicamente en infraestructuras básicas que pudieran ser factibles de implementarse en el país en un futuro. Hay que formar a la gente de allí, insiste Marcelle, con intervenciones innovadoras.

Actualmente, Marcelle ha colaborado estrechamente con ICLI para dar forma a un proyecto que busca dotar de los derechos de tenencia de suelo y servicios mínimos de agua y saneamiento a cinco poblaciones, tanto formales como informales, de Zimbabue. El camino es:

  • Empoderar a las mujeres con formación continua e incentivar la creación de agrupaciones comunitarias de base que luchen por la defensa de sus intereses sociales y legales.
  • Promover, al mismo tiempo, la cultura del ahorro para la consecución de préstamos intercomunitarios.
  • Capacitar a las comunidades para negociar y formalizar acuerdos con las instituciones locales, así como a los técnicos encargados de planificar, construir y mantener los servicios básicos a realizar.

La contraparte del proyecto será la ONG local Dialogue Zimbabwe, una organización internacional muy arraigada en el país y vieja conocida de Marcelle con la que lleva años colaborando, desde que finalizó el Máster cuando puso a su disposición sus conocimientos del país, especialmente en el campo del urbanismo, para trabajar con ellos en programas de co-desarrollo.

El proyecto ha sido presentado, con gran ilusión, a la Agencia Vasca de Cooperación donde esperamos que cuente con su aprobación. De llevarse adelante, Marcelle sería la representante de la ONG ante nosotros.

Finalizamos la entrevista con un canto a la esperanza. Marcelle quiere creer que existe futuro para su país. Las nuevas tecnologías han acercado la información a los lugares más remotos de África. Ahora existe la posibilidad de que personas con pocos recursos se puedan unir y movilizar para cambiar sus trayectorias, nos dice. Es importante que se trabaje también coordinadamente desde la diáspora y que haya un cambio de Gobierno, que entre savia fresca con rejuvenecidas ideas que sacudan el país.

Tan sólo necesitan un primer impulso, sonríe Marcelle, que los zimbabuenses harán el resto, y ella, será testigo de honor de un cambio que todos esperamos.